Tres argentinos están detrás de este sitio web que permite ver, gratis, una impresionante cantidad de películas y series de televisión. ¿Cómo funciona? ¿Qué tan legal es?.
Comenzó como un rumor entre los más fanáticos de la red: un sitio en el que era posible ver gratis y tras solo un par de clics capítulos completos y en alta definición de más de 200 series de las más populares de la televisión por suscripción. Y no solo eso. También ofrecía películas que aún no habían llegado a las salas. Ante tamaña oferta, el cuento se regó como pólvora y en cuestión de meses Cuevana -creación de tres jóvenes argentinos- ya era una de las páginas con mayor tráfico en el continente, con más de medio millón de visitantes diarios. Hoy ya no hay un joven que no sepa qué es Cuevana y todos se preguntan cuál es su secreto y, sobre todo, qué tanto va a durar.
Para saber cómo funciona hay que tener claro que este sitio web no almacena ni un solo mega. Ponen a la orden, mediante menús que facilitan la navegación, enlaces a servicios externos de almacenamiento en línea, donde otras personas han subido películas y series, tarea en la que ellos también colaboran. Su gran invento es un programa que permite una conexión directa a estos archivos para reproducirlos directamente en la web, sin necesidad de esperar a que se descarguen en el disco duro, proceso que puede tomar varias horas. Reciben los ingresos por la publicidad que aparece antes de cada reproducción.
Al conocer esto, no sorprende que su defensa se base en el argumento de que todo lo que ofrecen "ha sido extraído exclusivamente de sitios públicos de Internet", como se lee en el texto con el que salvan su responsabilidad. Pero el asunto no es tan sencillo. No tienen mayor filtro y así como hay clásicos del cine, series que hace rato se venden en DVD, también hay enlaces para ver películas que aún no han llegado a las salas. Por eso, Marcos Rago, presidente de la Cámara Argentina de Videoclubes, cree que ellos "no son otra cosa que organizadores y administradores de actividades delictivas". Y es que aún está fresco en Argentina el caso de Taringa! (comunidad en donde se publican hipervínculos para descargar archivos), cuyos dueños ya fueron procesados. Un antecedente que no parece preocupar a Tomás Escobar, uno de sus creadores: "Estamos tranquilos, porque creemos que se está experimentando un cambio sociocultural muy grande; la sociedad ya no considera que ver una película en Internet genere incomodidad o que eso esté cercano al delito".
Frente a este tema, Pablo Arrieta, experto en cultura digital, cree que intentar poner en cintura con leyes a los nuevos modelos de distribución es imposible: "La gente está bebiendo con una sed importante este tipo de contenidos. La legislación podría frenar a Cuevana, pero saldrán otros sitios que harán lo mismo o mejores cosas". Carolina Botero, abogada experta en derechos de autor, cree que "compartir enlaces es muy diferente a intercambiar contenidos".
Desde otra orilla, Felipe Rubio, también abogado experto en propiedad intelectual, ve aquí una puerta de acceso a contenidos ilegales. "Es como si una persona que robó algo a otra, que también lo había robado, dijera que la culpa es solo del primero". Lo compara con Napster, servicio de intercambio de archivos que un juez en Estados Unidos ordenó cerrar en 2001 por violar los derechos de autor. No obstante, Rubio considera que la industria, más que pedir una cacería de brujas, debería ver en este fenómeno una oportunidad de negocios, pero que respete las normas, que tenga "conciencia y cultura del respeto por la propiedad intelectual". Para Arrieta, los detractores deberían más bien proponer sitios web que presten un servicio como el Cuevana, pero legales e igual de fáciles de usar. Solo así, dice, perderán terreno los informales.
Nada mejor que ver las pelis desde la comodidad de la casa y con la mejor compañia.
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